Carta de presentación




No hace tanto tiempo, como el que me gustaría, de la muerte de David Beriain; quizás una de las personas más mediáticas que ha dado la Universidad de Navarra durante, al menos, semana y media de este 2021. Sin embargo, las grandes voces siempre callan antes de tiempo.


Yo no soy una de esas más grandes voces, pero tampoco aspiro a serlo. No obstante, y a pesar de haber decidido abandonar el grado de Periodismo mucho antes de cuando tuvo lugar esta tragedia, algo me marcó en el minuto de silencio que la Facultad de Comunicación hizo en su honor: desde muy pequeña quise estudiar este grado porque apreciaba la búsqueda más óptima y cercana a la verdad, que con muchas clases de Filosofía he comprobado que es, cuanto menos, difícil y, por supuesto, quería ser periodista para contar, transmitir y
llegar a todas esas personas que muchas veces se encuentran en el silencio de la más absoluta incomunicación. Es decir, quería ser algo así como la voz del pueblo: una periodista rebelde y vocacional, de las que, por desgracia, faltan.

Por tanto, cuando me emocioné viendo cómo los antiguos profesores de David Beriain lo recordaban en ese minuto —algunos de ellos también míos—, también el rector de la universidad y los cientos de alumnos de la facultad, sentí ese “dejadme la esperanza” del que escribe Miguel Hernández en el último verso de uno de sus mejores poemas. El periodismo no ha muerto, al menos no del todo, y no morirá mientras sigan existiendo revolucionarios, mientras existan amantes del saber y de la información. Mientras haya gente que siga teniendo como lema que el periodismo es el cuarto poder.

Y quizas es aquí donde empieza mi inquietud. A pesar de estudiar Filología Hispánica, no quería abandonar el impacto que los medios, la comunicación y la sociedad tenían —tienen y tendrán— en mí. Quería seguir mostrando que el periodismo solo está herido y que merece la pena luchar por él. Que el dar la vida por la comunicación merece la pena. De hecho, quería sentir por una vez que, así como las humanidades —y en particular Filología Hispánica— son especialmente vocacionales, la comunicación también tiene esa relación directa con el amor y la pasión por lo que uno hace.

En resumen, tras la emotiva despedida de David Beriain volví a sentir la ilusión y la efervescencia de un periodismo que trata de resurgir. También, puedo confirmar secretamente que, ante la implacable seguridad con la que me despedí del mejor profesor que he tenido en la carrera, se derramaron muchísimas lágrimas de esa niña interior que siempre soñó con un futuro dedicado al periodismo. Y añado que en muchas ocasiones la mente me lleva al momento en el que Manuel Martín Algarra se despidió de mí diciendo: “siempre formarás parte de FCom. Tú camino no acaba aquí”.

Sin embargo, abandonar el doble grado y pasarme a Filología Hispánica ha sido una de las decisiones más sanas que he tomado: vivir coaccionada por lo que amas cuando lo otro que te hace vibrar te proporciona la más tierna libertad resulta angustioso y convulso: te lleva a la decepción. A mí me gusta la comunicación tanto como la literatura, y ambas viven momentos agitados y frágiles, pero la segunda se llena de la esperanza de la esperanza de sus amantes mariposa, cuestión que se observa nada más llegar al departamento de Filología de mi universidad y, por supuesto, se comprueba nada más ver a mis compañeros.

Quizá ser así de indecisa me juegue malas pasadas. Todavía peor es no saber a ciencia cierta qué es lo que amo o lo qué quiero, pero sé que la Filología es mi certeza y que el Periodismo merece regresar en algún momento. Quizá sea este el momento. Quién sabe si está escrito en mi fatum o si solo me demostrará, una vez más, que no se puede cambiar el rumbo de una sociedad por medio del espejo roto de la memoria que tiene la comunicación, sino a través de la pasión con la que las personas son capaces de mover el mundo; por medio de la cultura y el saber.

Así pues, para terminar, quiero presentarme un poco: Me llamo Izaro Díaz y en la gran mayoría de mis biografías manifiesto solo tres cosas: en primer lugar, soy estudiante de Filología Hispánica en la Universidad de Navarra, pero tengo alma de Clásicas y me gusta mucho el Siglo de Oro, además de la literatura hispanoamericana. En segundo lugar, soy excesivamente impulsiva y, por último, no he hecho nada más interesante en mi vida que decir la famosa frase de “Roma es pasado y proyección”, que si todo va bien prometo contar la larga trayectoria que me está dando.

No prometo nada en cuanto a la temática del blog: esto nace de una agitación mental y emocional que tiene pinta que reflejará todo aquello con lo que me saltan chispas, por lo que bienvenidos a una miscelánea de literatura, actualidad, política y arte. Prometo no decepcionar, al menos no mucho.

¡Hasta la próxima entrada!

Comentarios

  1. El periodismo y tú tenéis esa relación marcada por el “ni contigo ni sin ti, tienen mis males remedio”. Sois un matrimonio en una montaña rusa de emociones, de esos que duran toda una vida, pero que deben ser.

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